La vi de niño y, de entre cientos de películas, te se queda grabada en la memoria. Impacto lo suyo, quizá porque supone la plasmación de una especie de fantasía o deseo oculto de tener a alguien a tu disposición como hace este joven, Freddie (Terence Stamp) con una atractiva pelirroja, Miranda (Samantha Eggar), en la que en mi borroso recuerdo, era rubia. A mí me ha recordado a la interesante "Cautivos" de la imponente Elisha Cuthbert pero si aquí estamos más en el género de terror, versión psicokiller, William Wyler se decanta en realidad por el drama y la tensión psicológica. También hay cierta intriga, escasa y no muy creíble, pero lo importante en "El coleccionista" es el retrato psicológico de unos personajes desubicados, especialmente de él, tan romántico como fracasado y perturbado. Por eso se recurre a unos acertados diálogos y una estructura claramente teatral en la que se prescinde de más actores que ellos dos.

De hecho, el acierto es tal que el "malo" no despierta odio sino más bien pena y la "buena", cierta antipatía. Comprendo que su situación es muy desagradable, con secuestro y riesgo de asesinato de por medio, pero ya de pequeño tenía la sensación de que no se portaba bien. O sea, en ella prima el deseo de escapar a costa de cualquier cosa, aunque sea traicionando la confianza de su captor, mintiendo o engañando. Él está trastornado pero quizás sólo pide que lo comprenda cosa que nunca llega a hacer, tal vez porque son muy diferentes. Después de todo, la Bella y la Bestia no pueden amarse. Hay demasiadas cosas que les separan. Aunque puestos a decir, estoy más con Freddie en su odio hacia el arte moderno simbolizado en Picasso. Un último dato. Mira que son finos estos ingleses. Si hoy se rodara la escena de la bañera, ¿no sacarían en pelota a Miranda por "exigencias de guión"? Pues como veis, no hace ninguna falta.