Menuda ensalada de nombres, actores y directores, todos envueltos en 162 minutos de película que se hace más pesada aún que su ya extenso metraje. "La conquista del Oeste" se divide como en varios capítulos con el hilo conductor de los Prescott, que si de por sí no son horrendos, salvo el primero, en conjunto te dejan una sensación de abigarramiento, caos y falta de unidad. Hay momentos en los que el espectador se pierde con unas transiciones bruscas o con subtramas que aparecen de la nada como la del final. Para ser sinceros el interés decae prácticamente desde el principio sin que prácticamente nada sirva de revulsivo. Pese a todo la película ciertamente tuvo un notable éxito comercial, fue la segunda más taquillera en los Estados Unidos, quizás por sus estrellas y porque no deja de ser un homenaje a la propia historia del país.

Claro que llamar a esta visión "historia" causa sonrojo. Mejor habría que haber dicho "propaganda" porque los John Ford y compañía no pueden ser mas complacientes hasta llegar al pasteleo en la voz en off. Importantes sucesos como la Guerra con México (1846-1848) no aparecen, como los indios apenas y los negros, que ni se les nombra, ni siquiera en la Guerra de Secesión (1861-1865). En cambio tenemos tópicos a mansalva y mitos (el del ferrocarril, el de los colonos, el de la tierra de las oportunidades) a cual más fabuloso. Con todo, lo que me duele de verdad es que me hayan puesto a Carroll Baker como una idiota total. Su historia con James Stewart es tan indignante, dentro de una película en la que el mensaje hacia las mujeres es patético: sed unas bobas, echaos en brazos de cualquier canalla, consentidle todo, que al final, os querrán.