Primero, el que espere una obra de terror ambientada en el misterioso Haití se va a llevar una decepción. "La serpiente y el arco iris" es más bien una de suspense, entre el thriller fantástico y el drama socio-político. O sea que por mucho Wes Craven que dirija o que nos ilusionen con muertos vivientes no hay ni un pobre susto. De hecho, los zombis no son sólo irrelevantes en este relato sino que se adopta la visión más científica-racionalista sobre ellos: son personas que han sido drogadas, enterradas y luego reanimadas pero que nunca han fallecido. Qué decepción añadiría yo.

Al final nos encontramos con la adaptación de un libro de Clairvius Narcisse que narra su supuesto proceso de zombificación. La película tiene algunos momentos de interés pero además de ser muy dispersa, va dando tumbos de un lado a otro sin demasiado sentido, le acaba pudiendo su espectacularidad desmedida, con visiones, espíritus tótem, pesadilla, brujos y poderes vudú que le dan mucho colorido pero que aportan bien poco. Lo mejor, además de ese hermoso jaguar que sale al principio, es el retrato de un país sometido al feroz régimen de Duvalier hijo, Baby Doc.