De las muchas y buenas obras de teatro de William Shakespeare, "Romeo y Julieta" no es una de sus mejores pero sí la más famosa, razón por la cual el tándem Robert Wise-Jerome Robbins decidió llevarla a la gran pantalla en 1961. Aunque en realidad, "West Side Story" tiene su origen en el musical homónimo estrenado en 1957. Sea como fuere, estamos delante de uno de los famosos musicales de la historia del cine. A su favor tiene una historia con grandes posibilidades dramáticas con amor y conflicto, el mundillo de las bandas callejeras a lo "Rebelde sin Causa" y sobre todo, unas coreografías extraordinarias, me atrevería a decir que las mejores de la historia. Destacan especialmente, los números "Prólogo", de casi 9 minutos, "Mambo", "América", "The Rumble", sobre todo por que te recuerda a "Beat It" de Michael Jackson, y "Cool", aunque los más espectaculares sean para mí, el primero y el último. Sin duda, esta es la principal razón para ver "West Side Story".

Claro que si ya es difícil adaptar una obra de teatro para el cine, también lo es que un musical me encandile. Esto es cuestión de gustos, lo admito, pero en mi caso no es un género que me atraiga, salvo ejemplos muy contados. Encima las canciones son regulares. Tal vez, "María" y "América" sean las mejores pero el resto no destacan e incluso alguna te suena a pastelosa. Claro que para dulzona y cursi, la historia de amor entre Tony (Richard Beymer) y María (Natalie Wood) que no se cree nadie. De este modo, si la parte de baile es sobresaliente, la musical apenas llega al aprobado y la romántica es insuficiente. Por si fuera poco, la película es demasiado larga, abusando incluso de los números musicales, en exceso teatral en su planteamiento y esquemática con sus personajes. Con todo, disfrutaremos de un espectáculo que incluye la rivalidad entre la banda de los "Jets" y los "Tiburones", ciertas peleas, Tony y María, un decorado tan colorista y sobre todo, las memorables coreografías.