"No vuelvas sin mi protozoo" le dice ella. Ahí esta resumido a la perfección la cursilada que nos han preparado Jennifer Flackett y Mark Levin a partir de una novela de Wendy Orr. Una niña pedante y comegusanos, un padre lelo y una neurótica conforman el cuadro de "La isla de Nim", una película que amaga con fantasía y aventura y se queda en algo insulso con más trazas de drama realista y superación personal que otra cosa. Mira que te caen bien los actores principales, especialmente la pequeña Abigail Breslin, casi siempre en papeles encantadores, pero en esta ocasión resulta insoportable por salvaje, masculina y enteradilla.

Mientras tanto estamos en una isla desierta pero con internet y conexión por satélite, faltaría más, animalitos digitales, que puede que sea lo mejor, y una cantidad de escenas sonrojantes, bien por absurdas, bien por ridículas. Por ejemplo, toda la parte relacionada con la tormenta, no hay forma de que se hundan, o en las que aparece Gerard Butler como el padre de la chica. Aún así es peor la ideología. Por ejemplo, la manía de incitar a "probar cosas nuevas", por ejemplo, una rayita de coca, ¿verdad? O el retrato de unos mayores que no pueden enseñar, rectificar, educar, castigar ni nada a los niños, sino sólo estar ahí para lo que deseen.