...y más acá de los Oscars. Estamos con uno de esos trabajos correctos y bienintencionados, aptos para toda la familia, de cuidada ambientación, caras famosas y ciertos valores morales con las que se pretende encandilar al público pero sobre todo a la Academia. La presente "Seabiscuit", que sería algo así como "Galleta de mar", obtuvo siete nominaciones a los Oscars, incluida para mejor película pero en esta ocasión no pudo ganar ni una sola carrera: cero de siete, ningún premio, lo que la convirtió en la gran derrotada de la noche. Se trata de una historia basada en hechos reales, con un animal como medio protagonista, el caballo de carreras Seabiscuit, allá por los años treinta del pasado siglo, es decir, en plena Gran Depresión, con la que se hace un paralelismo bastante nítido.

Dicho esto, no es una película que entusiasme. De hecho la hubiera suspendido si me no encontrara en una fase momentánea de generosidad cinematográfica. La primera hora es soporífera desde el primer minuto, con una inútil narración en off bastante plasta, muchos personajes y más hojarasca aún. Afortunadamente, la cosa se anima algo cuando empiezan a competir, que es el resto del metraje. Aún así se nota mucho que se trata de la adaptación de una novela documental, a cargo de Laura Hillenbrand. De cualquier modo, la trama es lineal, obvia y a pesar de que se trata de carreras, falta de emoción. Entre nosotros, está a un paso de ser cursi. Realmente lo mejor de "Seabiscuit", además del animal, es Elizabeth Banks, muy guapa de morena, aunque en un papel intrascendente.