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Voto de Reaccionario:
4
Acción. Thriller. Drama. Bélico Bob Lee Swagger (Mark Whalberg) es un ex-tirador de élite del ejército de los Estados Unidos que abandona las fuerzas armadas después del fracaso de una misión extraoficial. Cuando le piden que se reincorpore, regresa al servicio a regañadientes, pero vuelven a engañarlo. A pesar de llevar dos balas en el cuerpo y de ser el objetivo de una caza a nivel nacional, Swagger planea su venganza... (FILMAFFINITY)
1 de octubre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá el principal defecto de "Shooter: el tirador" sea que es muy fantasma. La capacidad del bueno de esquivar las balas enemigas y de vencer a decenas, centenares casi, de militares profesionales curtidos en mil batallas llega al límite de lo aguantable en cierto asalto en Virginia, si no me equivoco de estado. Es como si un sólo tipo (o a lo sumo, dos) pudiera poner de rodillas a todos los Estados Unidos, el FBI, la CIA, el gobierno y todo el ejército. Demasiado incluso para Mark Wahlberg. Hasta ese momento el argumento me llamó la atención y la secuencia en la que se descubre todo me pareció bastante buena. Luego, aunque la cosa se mantiene, empieza a complicarse con explicaciones que uno no entiende del todo (como las que aparecen en esa especie de juicio con fusil incorporado). La acción no es mala pero la falta de credibilidad pesa casi tanto como el retrato de los malos malísimos y lo inverosímil que resulta todo, incluido el final.

Diría que Antoine Fuqua se hace eco de toda clase de teorías conspiratorias alternativas para hacer más creíble su producto, desde el clásico asesinato de Kennedy hasta el 11-S, pasando por la guerra de Irak y las famosas armas de destrucción masiva. Dicho recurso no deja de resultar extraño. En España, cualquier persona que de pábulo a teorías alternativas sobre sucesos de nuestro país (por ejemplo, el atentado del 11 M) es tachado automáticamente de ultraderechista. Sin embargo, al otro lado del Atlántico, si alguien se adhiere a las mismas hipótesis es calificado de ultraizquierdista, cosa que el propio Nick Memphis (Michael Peña) luce conscientemente con una camiseta con el retrato del Che Guevara. Y sin embargo, esta izquierda antisistema no duda en envolverse en la bandera de las barras y estrellas con un patriotismo tan ardiente que aquí sería calificado de ultraderechista. Conclusión, las ideas que tenemos sobre lo que es la derecha y la izquierda es tan confusa, estereotipada y falsa, aquí como allí.

Puede que lo que resulte de más interés en "Shooter: el tirador" sea la confirmación y hasta la aceptación del principio de que el estado de derecho produce muertos. Cualquier liberal o demócrata considera que la clásica división de poderes y el reconocimiento de una serie de derechos y libertades son la clave para hacer habitable nuestro mundo. Sin embargo, ellos mismos, si son honestos, se dan cuenta de que no resulta pues se olvidan de un hecho fundamental: el estado no es la única fuente de poder. Muy bien, el sistema liberal-democrático me protege del estado. Pero, ¿quién me protege de otro país, de otro ciudadano, de una corporación, de las mafias, de los intereses económicos, de las élites políticas, culturales, sociales o informativas? Sobre esto, el sistema democrático-liberal no puede hacer otra cosa que guardar silencio.

En realidad, lo que hemos conseguido constriñendo, cercenando y domesticando al poder, o sea, el Estado, es la privatización de aquello inadmisible, pero no su eliminación. Incluso la propia privatización o la precarización del Estado, montando el propio servidor público o el político, tinglados desde el poder para uso y disfrute particular ¿Qué se puede esperar de un tipo que cada cuatro años se juega su puesto de trabajo? (¡y no ante los electores, sino ante la cúpula del partido!). De esta forma, como se ve en "Shooter" el Estado, las fuerzas del orden, el sistema judicial, todos, son unos convidados de piedra, pues la verdadera lucha por el poder o por lo que sea, se realiza al margen de éste. Y aquí cabe todo: matanzas masivas, asesinatos, golpes de estado, magnicidios, conspiraciones, secuestros, extorsión, operaciones para desestabilizar un régimen, intoxicaciones, guerras prefabricadas, robos a gran escala, manipulaciones de todos los colores, etc. Hasta la "justicia" al margen de cualquier ley. Lo peor de todo es que el ciudadano lo acepta como un daño colateral de nuestro sistema de libertades. Así nos ha ido y así nos va.
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