"American Beauty" tiene la virtud de moverse durante más de tres cuartas partes de su metraje por la mediocridad para luego en su recta final descubrirnos que ésta no era tal. Yo mismo he tenido que tachar prácticamente todas las críticas que iba anotando. Si a vosotros también os parece una chorrada de película, esperad el magnífico desenlace, cuando todo lo que hemos visto cobra un significado nuevo y sincero. Aún así me temo que buena parte de los espectadores se olvidan por completo de esta parte fundamental porque si no, no se entiende que se empeñen en repetir, por ejemplo, que Sam Mendes pone en solfa el American Way of Life. No, señores, que no os habéis enterado. Os habéis quedado con la lectura más superficial, la de los porritos, el sexo y poco más. Pero no es eso. Recordad ¿en qué piensa Lester (Kevin Spacey) cuando está viendo la foto al final? ¿Cuál es el mensaje? Diría que el director critica la falsificación de ese ideal, más conservador que americano. Lo que quiere es rescatar el auténtico.

Claro que no todo en "American Beauty" es bueno. Puede ser rebuscada, poco realista, escasamente intimista y con un tono cercano a la comedia que estropea en parte el drama. También hay bastantes estereotipos, que dejan traslucir una visión progresista de la realidad, que por más que sea compartida no es más cierta. A fin de cuentas no se trata de una historia de buenos y malos, sino de ideas buenas y malas, valoración con la que uno no tiene porque coincidir con Sam Mendes. Eso sí, otras críticas se contestan solas: están en la crisis de los 40, es una histérica, está en la edad del pavo, es un poco psicópata, etc. En efecto, todo es cierto pero eso no lo hace menos interesante. Lo que vemos es la forma que tienen unos personajes de resolver sus crisis existenciales, motivadas en cierto modo, por una cultura, escala de valores o estilo de vida norteamericano, cosa que tampoco me convence mucho. Después de todo, son adultos, maduros y supuestamente inteligentes, y ellos sabrán que es lo han hecho de sus vidas.

Sin embargo, con un guión tan bueno en el que todo sentido, nada está puesto al azar, con un retrato psicológico tan acertado de los personajes, independientemente de que uno esté de acuerdo con las decisiones y actitudes de los mismos, y unos actores tan metidos en sus papeles, la película gana enteros. En este sentido, Kevin Spacey se llevo el Oscar, pero está estupendos todos. Sin embargo, el personaje más interesante es Ángela (Mena Suvari) no porque sea una máquina y la más mona (atención a su coreografía como animadora), que lo es, sino porque es demoledor, la víctima inocente, dada su juventud e inexperiencia, de esa figura de supuesta triunfadora y tía guay. Si a todo esto añadimos una preciosa banda sonora de Thomas Newman y momentos de gran lirismo (esa bolsa o ese final es precioso), tan difíciles de ver hoy día, nos sale una película redonda, una de las mejores de finales del siglo XX. Vedla porque os dará que pensar y si sois aficionados a comentar las películas, dará para tertulias.