Seguimos con el retrato de la antigua Francia, también con una película británica, pero sustituyendo el siglo XVIII por finales del XVII, hacia 1671. Se trata de la historia real de François Vatel (Gérard Depardieu), reputado maestro de ceremonias que se esmerará en atender a todo un rey, Luis XIV (Julian Sands), en su visita al príncipe de Condé (Julian Glover), al que sirve el dicho Vatel. Por medio también aparecen Anne de Montausier (Uma Thurman) y el marqués de Lauzun (Tim Roth), como objeto amoroso y rival del protagonista. El caso es que Vatel se hizo medianamente famoso, además de por su arte, por un suceso inesperado que si lo cuento reviento la trama (SPOILER). Pero lo que sí puedo decir es que en manos de Roland Joffé adquiere un significado totalmente nuevo y casi revolucionario.

De nuevo nos encontramos con una obra de trabajada ambientación, en este caso tuvo una nominación a los Oscars, pero que al igual que "Las amistades peligrosas" (1988) respira de las mismas ideas: la condena de todo lo que huela a absolutismo-antiguo régimen, como un sistema lleno de injusticias, ofensas, servilismo, amoralidad, miseria, opresión, aberraciones y no sé qué más. Esta opinión ya de por sí es errónea pero es que encima se condena sola cuando se recurre a la tergiversación para apuntalar unas ideas. Por ejemplo, se afirma que Vatel es poco más que un prisionero en las garras de la nobleza o el rey cuando en realidad era un privilegiado cuyo elevado puesto codiciaba cualquier profesional de este oficio. Pero Vatel, si no lo querías, haber renunciado, que nadie te obligaba a ir a Versalles.