Mi cita con el cine italiano tiene una nueva entrega con "Las noches de Cabiria", película que cierra la etapa neorrealista de Federico Fellini. Empieza regular, luego hilvana anodinos sucesos con profundidad más aparente que real y cobra interés en la "romántica" recta final. De todos modos, el único momento que me ha gustado, tampoco demasiado, que conste, es el del ilusionista. El resto se ve con más inapetencia que esperanza, incluido un desenlace que veía venir de largo. No es mala, pero su careta de obra maestra nos hace ver por contraste un trabajo menor, predeterminado por un idealismo inocente que nada explica. Una simple historieta pseudo-rosa.

Y dicen que es buena. Por supuesto, la película pero también la propia Cabiria (Giulietta Masina, por cierto, mujer del director). La verdad no le veo ningún gesto que revele bondad pero sí, a veces inocencia, otras, mala pipa, pero sobre todo, mucha estupidez. Si es que se ve desde el principio. A propósito, admito que puede haber circunstancias que empujen a una mujer a ejercer la prostitución pero ninguna de estas sale aquí. Si es que encima tiene buen dinero. 750.000 liras apila, o sea, unos 1.200 dólares cuando en 1955 la renta per capita anual en Italia es de 700. Claro, es mejor culpar al mundo o a los hombres para justificar la mala vida que ha elegido.