"Mi pie izquierdo" incurre en el mismo fallo que "Las cenizas de Ángela", por otro lado, bastante similares en cuanto al planteamiento, ambientación e historia: que cuando el niño crece la historia se desinfla por completo. La culpa no es de Daniel Day-Lewis, que está espléndido, sino de que la historia acaba cayendo en la simple narración de sucesos en la vida de un tipo. Es verdad que Jim Sheridan se enfrenta al muy difícil género biográfico por lo que, en parte, se encuentra atado de pies y manos, pero aun así no consigue dar un significado que valga la pena a la vida del protagonista.

Ciertamente el director se ve obligado a ir mostrando la evolución del poeta y pintor Christy Brown mediante distintos episodios. Por eso mismo decae la película porque dichos sucesos, pese al intento de dotarlos de cierta trascendencia, no acaban significando gran cosa. Sí, el esfuerzo de Christy por salir adelante pero ni el modo, ni la forma, ni el tono hacen que la narración explote el dramatismo del personaje principal. De tal modo la cerca de hora y media del final se desenvuelve de un modo correcto pero con falta de intensidad, escasa profundidad y una temática no muy atrayente.

Todo lo dicho se ve más claramente cuando se compara con la soberbia primera media hora del filme. Cuando Christy es niño, "Mi pie izquierdo" si consigue transmitir todo aquello que el resto del metraje no consigue. La emotividad es tal que te pasas todo el rato con los ojos humedecidos. Quizás porque lo que vemos es auténtico, sale desde dentro y significa un mundo. El primer capítulo del libro, "Mother" es magnífico porque es todo un homenaje a su madre. En ella toda la rabia, todo el amor, toda la constancia que se van acumulando en sus páginas por parte de Christy sale a borbotones en una secuencia sublime. Y todo ello con sólo una tiza.