Clásico de 1967 y uno de los títulos más recordados del cine de los 60. De hecho, está lleno de momentos que han pasado a la historia. Incluso hay algún homenaje, por ejemplo, en ese extraño final, rememorado en la mítica "Kimagure Orange Road" (1987) o en el videoclip de John Secada de 1994 para su preciosa "If You Go". Todo esto es cierto como también que la película es original. Atención, por ejemplo, al montaje habilísimo mediante elipsis temporales encadenando planos mientras suena la canción de "The Sound Of Silence". La banda sonora de Simon y Garfunkel es otra, como la fotografía, a veces casi quemada por el sol, de Robert Surtees, o los actores. No es de extrañar que en total obtuviera 7 nominaciones a los Oscars en estas categorías y otras aparte, aunque sólo un galardón, el de mejor director.

Ahora bien, se pongan como se pongan, la historia es fea. Esta especie de trío, entre el protagonista, la madre y la hija, tiene bastantes similitudes con una de las tramas de la reciente serie televisiva "Bandolera" (2011). No llega a nivel de "asquerosa", que es como califiqué la historia ¿romántica? de mi adorada Inés (Laia Costa), pero en todo caso, no es que sea muy agradable. De hecho, fue casi un escándalo en la época, lo que la convirtió en un exitazo, número uno en Estados Unidos, por la mezcla de sexualidad y adulterio, aunque ya puestos, demuestra muy poca altura moral nuestro Ben (Dustin Hoffman). Con todo, entre el simbolismo y la seducción, la primera mitad de "El graduado" mantiene un buen nivel, pero baja en la otra, salvo los últimos minutos: la relación con la chica es precipitada y está mal planteada.