Segunda entrega de esta serie que me inventé el otro día, que consiste en meter a una belleza en un trabajo deplorable, que ya intuimos que lo va a ser antes de verlo. Si entonces fue el caso de Natalie Portman, ahora la protagonista es Jessica Alba. Como dicen, "blanco y en botella". Está ella y un asesino en serie. Habrá que ponerse delante de la televisión para descubrir si la mata o no pero mi recomendación es que no perdáis vuestro tiempo porque la película no sólo es malísima sino de un mal gusto atroz. La violencia que se ejerce contra las mujeres da asco y no sólo por la crudeza de las imágenes sino que porque percibo cierto regusto por la situación. Claro que en estos tiempos de igualdad y feminismo no encuentro un argumento para ahorrarnos tal espectáculo. Si no pasa nada por zurrar a un señor, estamos hartos de verlo en la gran pantalla, ¿por qué no a una señora o señorita? Roto este tabú machista y antiigualitario que rechaza la violencia a la mujer, ésta resulta casi inevitable.

Por otro lado, si piensan que vamos a sentir algún tipo de simpatía por este monstruo, lo tienen claro. El colmo del ridículo llega cuando nos tratan de convencer de que todo esto viene por el famoso trauma de la niñez que lo mismo vale para un roto que para un descosido. "El demonio bajo la piel" en una obra difícil de digerir, y de mucho menos hacerlo con gusto. De ahí que el público huyera en estampida de los cines ante esta desquiciada propuesta. 13 millones de dólares de presupuesto para recaudar algo menos de 4 míseros millones. La película tendría algún pase si encima no cometiera dos errores graves. El primero es que falla estrepitosamente en el retrato de Lou Ford (Casey Affleck), que tiene una facilidad de cuidado para encontrar masoquistas. Un psicópata no tiene sentimientos. Los imita delante de terceros pero no en su fuero interno. El segundo es que es disparatada. Todas las muertes son absurdas o imposibles pero la escena final es tan de las dos cosas que el filme se merece la peor nota.