Michael J. Bassett, que dirige y escribe el guión, tiene el gran acierto de dibujar una película de terror historicista pero luego incurre en un error tan grueso que no sólo anula lo conseguido con esto sino que crea un vórtice por el que se va despedazando su trabajo. En lo primero, sostengo que si queremos tratar algo relacionado con el miedo en su vertiente fantástica, salvo subgéneros específicos como puede ser los extraterrestres, no hay nada mejor que irnos a otra época, especialmente a una, que además de que sea bonita, resulte propicia a todo tipo de fenómenos o seres extraños. Así pues, qué mejor que ese final del siglo XIX largo que podría concluir en 1920, a ser posible, impregnado de neogoticismo, aunque aquí sólo sea un trinchera perdida en plena primera guerra mundial.

Ahora bien, en el cine de terror hay una regla básica que consiste en el protagonismo femenino o a lo sumo, su presencia. Sin embargo, "Deathwatch" comete la torpeza de no regalarnos ni un segundo de ninguna joven, con lo cual, primero, ¿qué sentido tiene irnos a 1917 si no podemos ver sus vestidos? Segundo, ¿qué nos importa si tal o cuál muere si todos son hombres? Obviamente exagero porque sin ellas se podría haber salido a flote en ambas cuestiones pero sí que pierde un aliciente mayúsculo. Herida de esta forma, la película, que trata de inspirarse en "Alien" (1979), como no, y "La cosa" (1982) tiene un arranque plomizo y una continuación tediosa. Los sucesos misteriosos, que no se molestan en explicar, se suceden causando incredulidad. Demasiado simplona.