Vamos a ponernos serios. Se trata de que Steven Spielberg le dio por realizar la versión "cinematográfica" de unos de los cómics más míticos de la historia. En mi caso, soy un tintinófilo desde niño, cuando descubrí a este intrépido reportero en la biblioteca pública de mi ciudad. De inmediato me fascinó como ningún otro tebeo por su mezcla de aventura, espectáculo retro, temporalmente se suelen ubicar en los años 30 y 40, tramas complejas, quitando tal vez los dos primeros episodios, más infantiles, y magia de sus personajes. Es extraño pero la obra de Hergé supo tocar la tecla adecuada, captando la grandeza del momento y el exotismo de aquel mundo, muchas veces colonial, con sus viajes, intrigas y misterios varios. El resultado, que creó un icono del siglo XX, mundialmente reconocido y querido. No en vano, inspiró al mismísimo Indiana Jones, lo cual explica también mi devoción por el arqueólogo por antonomasia.

Pues bien, aunque el autor es Spielberg y de hecho se autoplagia siguiendo las hazañas de Indiana, en especial con la apócrifa "La Calavera del Reino de Cristal" (2008), se da de bruces en el proyecto. Primero comete un grave error formal en cuanto rechaza el dibujo animado tradicional o bien una versión con actores de carne y hueso. Al respecto, hubiera sido un gran Tintín el inglés Jude Law, aunque ya esté algo mayor para este papel. Pero lo que hace es una técnica intermedia de captura de movimientos que genera seres no sólo feos sino sin expresividad. Hasta Milú les ha salido distinto al original. Pero aún peor es el atentado argumental. De "Secreto del Unicornio" nada que lo que hace Spielberg es fundirlo con "El Cangrejo de las Pinzas de Oro" y matarlo con el final de "El tesoro de Rackhman el Rojo". Así sale una historia caótica, adornada con mucha acción, demasiada, pero sin ningún encanto. Un grotesco intento.