Con un atmósfera nevada en el norte rural profundo de los Estados Unidos, cual "Fargo" (1996), nos llega un thriller de Sam Raimi, que aunque parezca sencillo, juego de palabras, no lo es en absoluto. Se trata de la adaptación de la novela homónima publicada en 1993 de Scott B. Smith, que aquí firma también el guión, por el que obtuvo una nominación a los Oscars y otra al mejor actor secundario para Billy Bob Thornton. Tras unos minutos de tanteo, la película nos mete de lleno en el meollo de la cuestión: qué hacer si nos encontramos por casualidad con una importante cifra de dinero, 4.500.00 de dólares. Así que de entrada "Un plan sencillo" se gana nuestro interés porque nos hace pensar. ¿Devolverlo? ¿Quedártelo? Pero si es esto último, ¿Qué hacer para no levantar sospechas?, ¿Y si el dinero está marcado? Además son tres los descubridores y hay que ponerse de acuerdo.

El largometraje tiene como defecto que a veces encuentra unas salidas un poco cogidas por los pelos (¿no enseñar la placa del FBI al sheriff?) y sobre todo que la trama tiene que avanzar a partir de la torpeza de los personajes. Por supuesto, ésta no es tanta como la de "Fargo", que sólo se basa en esto, y además cómo lidiar con el botín me parece que queda en un segundo plano en la obra. A mi juicio, lo que la hace poderosa, además de por la buena descripción de los personajes, es por mostrar de una forma altamente perturbadora que la moralidad actual es una fina hoja de papel que no resiste la prueba de la realidad. Está mal robar en abstracto pero si tengo una bolsa de billetes entonces está bien. O peor, algo puramente instrumental de lo que se puede prescindir si vienen mal dadas. Matar está mal pero "es que no tenía otra opción". Así pues, harán maldades pero no los vemos como malos.