Enésimo intento de subvertir la comedia romántica repitiendo los mismos esquemas de tal modo que acabo de inaugurar un nuevo subgénero que es la comedia romántica que no quiere ser romántica. De hecho este género moderna ha sustituido desde hace décadas al de toda la vida. Sin ir más lejos el argumento de "Sólo química" es idéntico al de "Sabrina" (1954), que tiene ya más de 60 años. La película transita de una forma pedestre, precipitada, cursi, sin ninguna gracia y menos química, a veces produce vergüenza ajena, por el más obvio romance o triángulo amoroso, que encima sabemos cómo va a acabar. La única duda es averiguar cómo se van a deshacer de la falsa pareja de la protagonista, tarea en la que Alfonso Albacete tampoco se muestra inspirado. A todo esto, también mete de vez en cuando alguna subtrama social o sobre enfermedades que te descolocan por lo fuera de lugar que están.

Pero no nos dejemos engañar por las apariencias. "Sólo química" no solo quiere asesinar el cuento de hadas romántico sino la propia esencia femenina con una protagonista que representa un modelo masculizado al gusto del feminismo dominante. Observad como aquí se han invertido completamente los papeles, salvo en un par de detalles menores. Por ejemplo, son ellas las que conquistan, acosan sexualmente, pelean y salvan al macho, boxean, hacen payasadas para hacer reír, se ponen en ridículo, son desastradas, se visten mal, no saben andar con zapatos de tacón porque no los llevan nunca, no se lavan el pelo, comen como gañanes o son un poco bruta. Obviamente, casi todo este retrato encaja en Oli (Ana Fernández, que está excesivamente delgada), una chica que es una sosa y que no podemos entender como Eric (Rodrigo Guirao) se puede fijar en ella. Al final no aciertan ni con una sola pareja.