Torpe retrato de la sociedad del miedo norteamericana, a pesar de unos personajes con ciertos matices y unas buenas actuaciones, por orden descendente, Kate Winslet, a la que afean, Jackie Earle Haley y Jennifer Connelly, engorda un poco, los dos primeros, junto al guión adaptado de la novela de Tom Perrotta, nominados por la Academia. En este sentido, la mirada de Todd Field es tan etérea, aparatosa y confusa, tan, en realidad, estúpida, que no se sabe con certeza qué defiende. Hay quienes no atinan siquiera en catalogarla de conservadora o progresista. En todo caso, "Juegos secretos" pese a su impronta a lo "Mujeres desesperadas" (2004) se ubica en una escala entre "American Beauty" (1999) y "Happiness", más cerca del esperpento bochornoso de la última que de la brillantez lírica de la primera. Aún así, algunas cosas me han gustado. Por ejemplo, esa vida de urbanizaciones aisladas que responde precisamente al modelo urbano del liberalismo democrático, que consiste en la separación espacial de las clases sociales. O la horrorosa educación de los hijos, que lo mismo que lo otro, responde a la eliminación de la urbanidad y la propia jerarquía de la familia por parte de la izquierda.

Hay algo peor que una ausencia de explicación, que es una explicación errónea, que es lo que hay aquí. Por ejemplo, el asunto de la reinserción de los pederastas es muy espinoso pero sugerir que si la gente está preocupada por la presencia de uno de estos en el barrio, es porque están frustrados, es directamente una payasada. Lo mismo se podría decir entonces de los que se ocupan del medio ambiente, de las condiciones labores o de la oposición a la guerra X o al país Z. Se lanza también un debate sobre lo que representa Madame Bovary sin darse cuenta de que es al mismo tiempo idiota, feminista y rebelde, como también, inmoral y cobarde. Claro que hablando de falta de valor, el final de "Juegos Secretos" es de órdago. Qué forma de recomponer las figuras con un chasquido de dedos. Es más, el propio mensaje de la película es miedoso y complaciente hasta extremos alarmantes. ¿Estos es madurar? ¿Convertirse en un tragasables que aguanta cualquier cosa o situación, por muy asquerosa que sea? ¿Transigir incluso con la pedofilia? Cualquier cosa antes que sincerarse y mejorar. Todo muy progre pero lo que propone en el fondo Field es precisamente la hipocresía, el vicio y la infelicidad.