Bellísima película sobre un osezno que pierde a su madre y que debe sobrevir a su propio dolor, a la soledad y a los peligros de la propia naturaleza.

¿Qué le falta? La música es hermosa, la fotografía magistral, el rodaje al natural en los bellos parajes de la Columbia Británica, estupendo. La historia, muy bien planteada, es dinámica (pese a que las secuencias con sólo ruido y los animales podrían resultar en ocasiones demasiado lentas o tediosas); tiene momentos de humor, de dolor, de emoción y intenso dramatismo que, a poco que te descuides, te harán llorar. La historia, con gran acierto, está rodada de un modo, a la par, realista y fantástico, documental y lírico. La aparición de los sueños del osito, los silencios en pleno bosque, la sobriedad de las secuencias son otros tantos aciertos.

Y luego la aparición de los humanos, cazadores, y como, poco a poco, interectuan con los seres de la naturaleza para llegar a una transformación casi mística de los mismos. ¡Qué mensaje más hermoso recorre la película! "Existe un placer mayor que matar, que es el de perdonar la vida!". ¿Y el alegato para defender a los osos en los créditos de ADENA? ¡Si es que te hace llorar sólo eso!

Película para todos los públicos, llena de valores hermosos: el amor a los animales, el perdón, el cariño, la ayuda, el agradecimiento, la lealtad, etc. expuestos de manera natural que la convierten en una obra redonda, casi maestra. ¿Qué le falta? Quizás, para merecer el diez, hubiera necesita romper en algún momento el tono documental-lírico para caer en un tono más épico, enriqueciendo el guión con alguna secuencia dramática, tal vez entre los humanos y los osos, o entre los osos solos. Esa gran descarga, ese culmen, ese climax, se demora y se difumina. Es quizás lo único en lo que podría mejorar.