Como decía Lenin de aquellos progres que no querían ser comunistas, es decir, rojos, que eran unos rosados. Pues eso mismo le pasa a esta película de Raoul Walsh, que el paso del tiempo le hecho perder el color. La primera vez que la vi me pareció interesante pero en cada revisión se hace un poquito peor. Aún así, sigue siendo pasable pese a que cuando veo las críticas rimbombantes de sus seguidores me dan ganas de quitarle un punto. En realidad, "Al rojo vivo" no tiene nada: un thriller algo pueril aunque sin grandes errores, de mafiosos malvados, chicas fatales, atracos, tiroteos y policías, pero con personajes fríos y una trama débil y obvia que además se alarga demasiado. No llega a aburrir pero tampoco conmueve, ni de lejos.

La novedad de Raoul Walsh es que se saca de la manga el recurso del policía infiltrado en una banda de maleantes pero me temo que la idea nunca explota ni por el drama, el agente no se implica emocionalmente lo más mínimo, ni por el suspense, porque salvo un par de escenas tampoco estamos angustiados porque lo vayan a pillar. En este sentido, nos puede recordar a las soberbias "Le llaman Bodhi" (1991) o "El clan de los irlandeses" (1990), pero en ambos casos al invento sí se le sacan todas las posibilidades implícitas. Por supuesto, son dos títulos muy superiores al presente. Aquí lo único que verdaderamente destaca, además de la locura de Arthur C. Jarrett (James Cagney), es una Virginia Mayo más atractiva de lo que realmente era.