"45 Revoluciones" ha tenido el dudoso mérito de convertirse en el mayor fracaso de la historia de Antena 3 con una audiencia paupérrima, una cuota media de 4,2% de share, un 3% para el último de los 13 episodios que la componen, despachado con prisas y nocturnidad por la madrugada. Claro que cabe preguntarse si acaso es la peor ficción que ha cosechado la cadena: es mala pero no tanto. De entrada es una serie innovadora en cuanto a su concepto, una especie de "Vinyl" (2016) hispánica, bastante más comedida y ubicada en los sesenta. Esto ya es un handicap serio, el hecho de ambientarla en 1962-1963 y no en 1972-1973, básicamente porque me seduce bastante más la década de los setenta que la anterior. Pero reconozco que si "45 revoluciones" trata de contarme la introducción en España de la música pop-rock moderna, tiene lógica la fecha que maneja. Sin embargo, la serie no va exactamente de esto. En realidad es un poco "Velvet" (2014-2016), pero más ácida y cambiando las galerías por una discográfica, con sus líos empresariales, amorosos y personales. En realidad, no han sabido o no han querido tratar el tema de la música, la fama o la misma creación artística. Ni siquiera la idea fundamental de importar la música que triunfaba en los Estados Unidos o el Reino Unido. Se ve que ya existía en España antes de que se formasen los Beatles. Ridículo. Dicho lo cual, y para no extenderme demasiado, voy a sintetizar los cinco fallos más gordos de "45 revoluciones" en cinco puntos pero ya en el siguiente párrafo.

1º Profundo anacronismo. En los comportamientos, actitudes, música y especialmente en las modas. Las mujeres visten, más o menos, como a finales de los sesenta, con minifaldas y botas bajas, prendas que no existían aún en 1962. 2º Antifranquismo visceral e inventado. Por supuesto, los franquistas siempre tienen cara de mala uva y son malos. En cambio los "buenos" son todos rabiosos opositores al régimen. Es más, deslizan la extravagante idea de que los jóvenes que escuchaban la música moderna estaban en contra de Franco. Una vez más, falta de realismo, aunque sólo fuera porque la movilización estudiantil no comenzó hasta finales de la década y no en 1962. 3º Guiomar Puerta. La actriz da vida a una Maribel, que es una insoportable y petardilla sabionda, que no se calla ni debajo del agua, una agria y una histérica. Odiosa. Ahora bien, como abanderada del feminismo ficticio para 1962, la premian haciendo que se enamoren de ella a pares. En cambio para el desahogo sexual siempre nos quedarán las secretarias, según estos tipos. 4º Tono equivocado. Si me estás contando la carrera de un joven y prometedor cantante, el argumento de la enfermedad grave, presuntamente terminal de Robert (Carlos Cuevas) no pinta para nada. Es un gravísimo error que distorsiona todo el sentido de la serie, que entonces ya no va de lo que va. 5º Banda sonora. Aberrante y vergonzoso que recurran a temas famosos de los años 70, 80, 90 y más recientes, despreciando olímpicamente las canciones que sonaban en aquellos años.