Monzón sigue confirmándose como uno de los autores más sólidos y creativos de nuestra cinematografía, pero también como uno de los más incomprendidos de cara al público. Yo, fan de sus dos comedias anteriores, esperaba con ganas este thriller a la americana, y la verdad es que no me ha defraudado, pese a las imperfecciones. Para empezar, juega con una historia potente y compleja, que se abre con un intento de suicidio soberbiamente escenificado y se cierra con una reflexión sobre el ser humano como creador de realidades alternativas (sobre el ser humano investido de poder divino) que realmente alimenta la imaginación. Algo tan abstracto podría resultar ridículo, pero Monzon y Guerricaechevarría salvan el escollo apelando a clásicos motivos del género y diseñando un guión sugestivo, mutante y muy preocupado en no tratar de imbécil al espectador.

Por supuesto, hay que pagar ciertos peajes (quién apoyaba al viejo científico loco y por qué motivo, por qué queda tan diluida la figura del sicario ruso, etc) si se quiere disfrutar plenamente de este ejercicio de ciencia-ficción terrorífica de pura cepa, pero creedme, se disfrutará; la escena de la persecución en taxi es un buen ejemplo. En fin, que aunque nos quede un poco la sensación de que las cosas se le van de las manos de vez en cuando, es una película atípica y arriesgada que no sé si alcanzará los niveles técnicos de las producciones americanas (lo que está claro es que acierta al subordinar las escenas de acción a la imaginación cinematográfica -montaje, sonido y planificación- antes que a los trucos de posproducción), pero desde luego sí rebasa con superioridad los planteamientos narrativos de primaria con que nos suele bombardear el moderno cine USA. Algo es algo.

Lo mejor: el intento de suicidio de Lucía Jiménez.
Lo peor: algunos agujeros de guión.