Cine simple, limpio, irreverente también. Hay que abonar a Stockholm que su buena factura se debe mucho a un guion bien pensado, armado poco a poco, con conversaciones atrapantes y graciosas y situaciones que nos causan interés, de ahí hasta la mitad, y como dicen en mi país la tortilla se vuelve y la historia se vuelve otra, los conflictos otros y nuestra percepción otra también. El filme tiene maravillosas secuencias y una utilización de recursos correcta, para ejemplo aquella suma de imágenes del ascensor (aplausos), obviamente como el título refiere el filme dividido en dos trata sobre el complejo del opresor al oprimido, casi como sentencia mandada de golpe, en el amor ¿Quién retiene a quién?, somos presos de la rutina, de soportar mentiras, malos gestos, mañanas olvidables, el juego anda por ahí entre los personajes principales (muy buenas actuaciones). Hacia el final todo empieza a oler extraño y aunque no me encanta su desenlace, no puedo negar que tiene su perversa lógica. Buen cine pensado, de lo que cuesta ver últimamente.