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Voto de alessandro:
9
Drama Era una vieja ley del pueblo, de un tiempo tan lejano que ya nadie lo recordaba; Al alcanzar los 70 los ancianos debían abandonar el pueblo para ir a vivir en la cima de la montaña Narayama. Una sentencia de muerte despiadada que sumía en la tristeza y la desesperación a las familias cuando tenían que enviar a sus mayores a la montaña. Orin tiene 69 años y se acerca el momento de partir hacia la montaña, pero todavía tiene que encontrar ... [+]
8 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir primero que esta película es un remake de la original de 1958. Pero quien dijo que los remake no son mejores que la original, aquí se equivocó, y eso que la versión de 1958 es una gran película, pero para mi gusto, esta la pasa con creces. De echo ganó ese mismo año; "La Palma de Oro" en el prestigioso festival de Cannes, y eso señores no es moco de pavo.

Una sociedad oriental distinta, a ratos bella y a ratos inquietante. Unas gente que respetan el orgullo de la familia y las costumbres por encima de todo.
La película es magnética. Está basada en trágicos poemas tradicionales, con una gran puesta en escena, desgarradora fundada en fotografiar en primer plano escenarios naturales, y la actitud primitiva inherente al ser humano.
Sin lugar a dudas, "la balada de Narayama" sigue siendo uno de los documentos más estremecedores acerca de la inhumanidad imperante en las sociedades que tienen en la miseria y en vetustas tradiciones ajenas a todo atisbo de racionalidad sus esquemas de ordenación.
La balada de Narayama es una película sobre la dura supervivencia de un enclave situado en una zona escarpada. En su argumento se plantean temas escabrosos como el infanticidio y la eutanasia a los ancianos, justificados por motivos religiosos. La supervivencia de unas gentes embrutecidas por sus condiciones de vida que les llevan a extremos aberrantes.
Una sociedad cerrada en sí misma e implacable.
Una sociedad que no puede permitirse el lujo de la moral tradicional que todos conocemos.

Estamos ante una de las cintas más enigmáticas, plásticas, poéticas y preciosistas del cine japonés de todos los tiempos, sin duda una pieza única de arte japonés que transgrede los límites del arte estrictamente cinematográfico.
Fascinación, es lo que siento por La balada de Narayama. Con sus bellos decorados, acompañados de de esas luces de tono cromático, hábilmente iluminadas para inquietar e hipnotizar al espectador con sus colores amarillentos y rojos, como si de una flor ansiosa se tratara por asomar sus carnosos pistilos a la multitud. Una obra realmente poética.
Esta versión está rodada en escenarios naturales dando una imagen mucho más realista de las incidencias de la novela.
La balada de Narayama es precisamente una cinta asombrosa e inigualable. Una obra ajena al mortal efecto del paso del tiempo, es una metáfora llena de simbolismo.

El tiempo ha convertido al filme en todo un clásico del cine japones. Un cine donde se cuida a la perfección, la imagen hasta el menor detalle. Un cine rico en gestos, silencios y sentimientos. Un cine con un ritmo lento típicamente oriental. Un cine que provoca entusiasmos en Occidente porque representan una cultura rica y poderosa.
La balada de Narayama es sin duda uno de los más crueles cuentos acerca de la inhumanidad del ser humano. Un ser capaz de eliminar a sus ancianos en nombre de la supervivencia y el bienestar de los jóvenes. Una sociedad diseñada en el engaño de falsos ídolos anunciadores de paraísos celestiales ajenos a la vida terrestre que aniquila la dignidad que supone la vejez..
El Occidente del siglo XXI parece que no es tan prehistórico como nuestra mente nos hace creer. Y es que los asilos de ancianos con sus doctorados trabajadores y comodidades se han convertido en el Monte Narayama que sigue turbando con su presencia el seguro destino que el paso de las estaciones y del tiempo nos deparará a todos nosotros. Porque, sin duda todos acabaremos habitando ese Narayama, frío, silencioso, misterioso. Un hábitat que únicamente espera nuestras dentaduras postizas y bastones de madera para cobijarnos en sus frías paredes hasta que el último aliento haga su espiración.

Si hay cada vez más jubilados, y cada vez menos contribuyentes. La pregunta no sería...
¿Que vamos a hacer con nuestros ancianos?
alessandro
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