Sí, ¿Por qué no? ¿Quién me dice a mí lo que es correcto y lo que es incorrecto? Pongamos, por ejemplo, que la verdad absoluta aparece escrita en un libro de más de quinientas páginas cuyo autor es un refutado y prestigioso pensador. Motivo suficiente sería para empezar a leerlo, igual dice cosas interesantes o que puedan influir de forma positiva en mí, ¡Pero si a todo el mundo le parece genial!

Me lo leo, y no me gusta. No entiendo porque otro me dice que debo sentir, o como debo pensar, yo solamente quiero ser capaz de sentir de la forma en que lo hicieron aquellos del club. Las palabras eran el camino que los llevaba a ser, nacían nuevas personas a cada instante, nada era estable, nada estaba prefijado, todo podía cambiar y todos podían ser partícipes de la liberación del pensamiento. Yo quiero pertenecer a ese club.

Oh capitán, mi capitán.