Cuando dijeron que iban a hacer la película del hobbit, la friki que vive dentro de mi se alegró y se entristeció a la vez. Porque aunque la saga del señor de los anillos salió muy bien, el hobbit tenía que ir con otro ritmo. Se escribió como un cuento para los hijos de Tolkien, divertido y mágico, simplemente una historia llena de encanto. Y si se llevaba como el señor de los anillos perdería parte de ese encanto, precisamente por contarla como historia épica.

Sin embargo, para mi agradable sorpresa, El Hobbit conserva gran parte de su espíritu de cuento. Una gran parte de las mejores escenas del libro están llevadas a la gran pantalla de una forma fiel y divertida, sobre todo culpa del magnífico Martin Freeman.

Pero no se queda en cuento. Para todos aquellos que esperaban algo más se han añadido escenas (no les quedaba otra si se quería rellenar para dos películas más, ejem) con escenas de acción parecidas a las de la saga anterior. Es decir, se nota que es relleno, pero no parece desentonar del todo.