Cuando los rumores de la adaptación al cine del mítico videojuego llegaron a mis oídos parecía que por fin se iba a rodar una película basada en un videojuego que fuese buena por sí sola. Era fácil, no había más que reescribir el guion de cine negro con marcado humor tétrico del videojuego y listo. Quizás no hubiese sido una obra de arte pero habría funcionado, tenía un protagonista carismático, traiciones, drama, mucho humor y acción al más puro estilo Matrix. Pero algo falló.

La película destroza el personaje hasta cogerle antipatía, elimina los profundos monólogos, las reflexiones de la voz en off. Reduce la historia hasta el ridículo y la recarga de efectos que, huérfanos de argumento, no dicen nada.

Pero no todo es malo, en Max Payne se salva cierta atmósfera creada por esa estética oscura y algo postapocalíptica que veíamos en el videojuego.

Confío en que alguien, alguna vez, decida hacer una nueva versión, esta vez, habiendo jugado antes al videojuego.