Si, amigos, si echasteis algo de menos en "Django desencadenado", os reencontraréis con ello en "Los odiosos ocho".
Y es que para mí, la esencia de Tarantino quedó algo difuminada en "Malditos bastardos" y "Django desencadenado", mucho más en esta última, que para mí sólo quedó en un notable film.
Es el Tarantino de "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction", al que tanto le gusta la sangre, al que tanto le gusta tener muchos personajes y que sus disparatadas y grandiosas conversaciones vayan trazando las relaciones entre ellos.
Es el Tarantino que resucita a actores del ostracismo como Kurt Russell o Michael Madsen, e incluso, le da una oportunidad genial a actores que no conocíamos tanto pero que se salen en esta cinta como Jennifer Jason Leigh o Walton Goggins.
Es el Tarantino que ha dejado remarcado que Ennio Morricone a sus casi 90 años sigue en el Olimpo de los grandes compositores de bandas sonoras.
Es el Tarantino que hace enorme, gigante, CICLÓPEO al bueno de Samuel L. Jackson.
Es el Tarantino que nos ha vuelto a traer ese humor negro y absurdo y grandísimas cantidades de sangre.
Y también está Channing Tatum que de una vez por todo se esta quitando el sambenito de bailarín guaperas.
Es que con todos esos elementos, ¿qué podía fallar? Efectivamente, nada. Son 167 minutos, y no sobra ni uno sólo.
Tarantino nos trae, de nuevo, un argumento en el que los personajes parecen ser una cosa, y luego son otra. Donde los buenos no son tan buenos. Un "¿Quién es quien?" donde ninguno va a salir bien parado.
El único "pero" de esta gran película es la larga hora y cuarta del principio, edulcorada con los fantásticos diálogos, la presentación de los personajes y el desarrollo de la trama central.
Es, señoras y señores, de nuevo, el gran Quentin Tarantino.
A sus pies.