Juntar a las mayores estrellas de Hollywood para una superproducción no lo inventó esta película, nos podríamos remontar a los años 30, pero sí que 'El coloso en llamas' puede presumir de ser una de las mejores en su campo y en su subgénero, el cine de catástrofes. En este caso, un caso similar al del Titanic, un monumento de construcción servido para dar servicio a una gran cantidad de personas; pero si hay algo que el ser humano tiene más alto y mayor que una construcción es su propia estupidez.

Gente como Paul Newman, Steve McQueen (del que parece que no hubo duelo de egos con Newman y se llevaron muy bien), William Holden, Faye Dunaway o Fred Astaire están invitados a una fiesta; para ellos la fiesta se convertirá literalmente y metafóricamente en un infierno, mientras el público está a salvo contemplando una de las grandes superproducciones de los años 70, y me atrevería a decir de todos los tiempos. En cantidad y en calidad.

Esta película tiene más de una estrella e, incluso, dos directores; sin embargo, esta película no ha pasado a la historia por ser otra superproducción que diera dolores de cabeza a los estudios, sino porque es una película bastante disfrutable y con mucho suspense. McQueen y Newman llevan con solidez el peso de la película, pero el resto del reparto no le anda a la zaga y nos dejan gotas -algunos más que otros, es cierto- de calidad interpretativa, y el guión ayuda a empatizar con los personajes. Junto a ello, la banda sonora y la fotografía brillan al unísono para elevar el resultado final a un largometraje bastante bueno.

Pero claro, para ver esta película hay que estar preparado a sufrir un poquito. Eso sí, ya vamos avisados de antemano lo que vamos a ver.

Vamos, que es una película recomendable, no solo porque es un espectáculo en el que todo sale bien (técnica y artísticamente hablando), sino porque pone de manifiesto que uno de los mayores enemigos del ser humano somos nosotros mismos. Y si esta película sirve para aprenderlo, bienvenido sea.