Me daba bastante pereza ver esta película, porque ya leí el libro hace tiempo, en una breve época en que me aficioné a la ciencia ficción. Pero me mereció la pena. No es que sea especialmente entretenida, más bien aburre por su extremada lentitud. Pero es entendible ya que esa lentitud pasmosa es primordial. Para magnificar la historia, para darle realismo, y para dejar tiempo para el análisis, pues a veces se siente uno abrumado por no entender de qué va la cosa. De eso se trata, de pensar, porque la fábula que se cuenta da pie a todo tipo de interpretaciones. Como si el director plantease un montón de preguntas que quedan sin respuesta. Acerca del origen del hombre, de su evolución, del hombre frente a la tecnología, del lugar del hombre en el universo, etc,… Yo la verdad, tanto en el libro como en la película encuentro un claro significado teológico, pero parece ser que no van por ahí los tiros. Lo mejor, sin duda, es como, a falta de palabras, que escasean, son las imágenes y la banda sonora las que nos muestran ese discurso filosófico inconcluso. La música es de Richard Strauss y de Ligeti, nada menos. Dos monstruos. Así cualquiera. Lo peor, por supuesto la escena en que el hombre escapa a la emboscada de la máquina. Fuera de lugar. Por un momento dejamos la alegoría metafísica y nos metemos en una novela barata de ovnis y héroes galácticos.