Aunque me reconozco, sin vergüenza alguna, defensora incondicional del director de Dogville y Manderlay, tras haber visto Anticristo, la nueva película de Lars Von Trier, me sumo al grupo no pequeño de gente que pide por favor que el director trate de normalizar su cine y que por dios abdique de su puesto de rey del cine dogma. Nos gustan las rarezas y las extravagancias pero todo tiene un límite.
La primera escena es lo único que te hace permanecer sentado en la butaca, por miedo a levantarte y perderte otra escena tan estética, tan intensa y tan impactante como esa. Un entrelazado de fotografías en blanco y negro que nos introduce a ritmo de música clásica en lo que será el grueso del metraje. Pero no es el caso. El morbo se apodera del resto del metraje sin compasión.
Hay que reconocerle al director la original idea de convertir a la mujer (en este caso una grandiosa y premiada en Cannes Charlotte Gainsbourg) en el mismísimo demonio y en la causante de todos los males. Pero todo resulta deformado por el macabro prisma de Lars Von Trier. Lo cierto es que en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo bueno, por lo que en esta película hay que llamar la atención sobre la perturbadora interpretación de Charlotte Gainsbourg (algo que ya hicieron los franceses hace unas semanas) pero sobre todo la atractiva y atrayente aparición de Willen Dafoe. Si hay que elegir a una mujer para representar el mal y a un hombre para representar el bien, él es el hombre.