Flanagan esta vez no obró su magia a la que nos tiene acostumbrados, después de dos series impecables en factura, ésta parece escrita en una sola tarde. Es previsible, (está finalizada desde el principio) y se limita a el cómo será, más que el qué. Volvemos al tono exagerado woke, forzando con calzador hasta el cansancio, de hecho no hay ni parejas heterosexuales, vaya a ser que afecte a la diversidad. La música no es muy buena, como han dicho son tres subidas de volumen en momentos gore y brilla por su ausencia, la realización normalita y los actores podríamos salvar a 3-4; no pasan de creíbles. No hay nada destacable en esta serie, después de cinco capítulos empieza a ser más pesado que el cine de barrio de José Manuel Parada. No da más de si por mucho que intentes estirar el chicle.