El cine de Tarantino tiene la virtud de ser original porque basa su éxito en refritos de los personales gustos cinéfilos de su director. Así hizo atractivas para el gran público propuestas tan arriesgadas como Kill Bill, Pulp Fiction o Malditos bastardos. Sabe cómo extraer lo mejor de deplorables películas de serie z que sólo le gustan a él. Y es capaz de darle ese genial toque de originalidad para llamar la atención del resto.

En Django desencadenado Tarantino homenajea su género favorito el spaghetti western. Se trata de una historia de venganzas plagada de violencia surrealista con estética de cómic y diálogos marca de la casa. No está al nivel de Malditos bastardos pero es una buena película. Algo lenta en su desarrollo, con sus casi tres horas de duración, pero entretenida y con muchas dosis de humor y violencia.

Django es un esclavo que es liberado por un dentista alemán convertido en cazarrecompensas para que le ayude a liquidar a unos forajidos que persigue porque sólo él puede reconocerles. Una vez cumplido el cometido el dentista le propone al esclavo ser su socio, éste acepta con una condición, que le ayude a liberar a su mujer en manos de un sádico potentado sureño que dirige una de las mayores plantaciones de algodón del país. La película ha recibido comentarios positivos de la crítica especializada pero también negativos en lo que respecta a una supuesta irreverencia de su director con el tema de la esclavitud. Sin embargo la trama no trata de la esclavitud en sí sino que está ambientada en esa época, por tanto las críticas al respecto no tiene fundamento.

El personaje que más me ha gustado es el interpretado por Samuel L. Jackson y no entiendo que no le hayan nominado al Oscar porque está genialmente caracterizado y su actuación es la más divertida.