Aunque no llega al nivel de su opera prima, Neill Blomkamp consigue con Elysium otra obra interesante con trasfondo social. Si en Distrito 9 se ponía de relieve el racismo de los humanos con los extraterrestres irónicamente ubicados en Suráfrica, en Elysium se cargan las tintas sobre las diferencias de clase entre ricos y pobres. Los primeros, después de que la Tierra esté al borde del colapso y superpoblada, han construido una gigantesca estación espacial en la que viven plácidamente y disfrutan de todos los privilegios. Los pobres en cambio malviven en la Tierra sobreviviendo cada día con un futuro cada vez más incierto.

Matt Damon encarna a un obrero que sufre un mortal accidente radioactivo por el cual morirá si en pocos días no se le trata debidamente. Su única esperanza es acudir a Elysium donde tienen sofisticadas máquinas que curan el cáncer en cuestión de segundos. Acude en ayuda de un colega de juventud con el que en su día robaba coches para que le deje montar en una de sus naves que se dirigen clandestinamente a Elysium. Éste accede pero antes le pide que le haga un trabajo. Quiere que le robe a un ciudadano rico todos los datos que almacena en su cabeza. Damon acepta el trato y elige al jefazo de la fábrica en la que trabaja como objetivo del robo.

La primera hora de película es muy buena pero a partir de ese momento la cosa empieza a hacer aguas y se hunde poco a poco. Es decir, la parte que transcurre en la Tierra está bastante conseguida y es hasta cierto punto creíble, pero la que transcurre en Elysium está más desdibujada y deja demasiados cabos sueltos. Además de los errores de bulto están otros más graves desde el punto de vista argumental. (spoiler)

Por lo demás nos encontramos con un entretenido film de ciencia ficción en el que se agradece que los efectos visuales no sean el centro de atención sino un perfecto acompañamiento al servicio de la historia. La trama incluye vistosas secuencias de acción rodadas con nervio y sentido del espectáculo y un final que funciona a medias