Ante el desolador panorama cinematográfico actual uno tiene que echar mano de los clásicos para ver algo entretenido y de calidad. Y eso es precisamente El dorado un excelente western que guarda muchas similitudes con otra obra de Howard Hawks titulada Río Bravo rodada siete años antes. En ambas un grupo de agentes de la ley son acorralados por una banda de forajidos a sueldo en la comisaría de un pequeño pueblo en la frontera mejicana. John Wayne y Robert Mitchum, acompañados de un veinteañero James Caan, protagonizan esta entretenida historia que por mucho que pasen los años siempre me seguirá gustando.

Wayne es un pistolero a sueldo que rechaza trabajar para un oscuro terrateniente que presiona a una honrada familia de ganaderos para que le vendan sus tierras en las que hay el abundante agua que necesita. Sin embargo, sus propietarios se niegan a vender rehusando las ofertas y aguantando la presión. De modo que el terrateniente, después de un intento fallido por hacerse con los servicios de Wayne, contratará a otro pistolero de renombre para que le ayude a enfrentarse al sheriff del pueblo amigo de Wayne.

El magnífico guión de la reputada guionista Leigh Brackett sirvió para que Hawks filmara un western formidable a la altura de la predecesora en la que se inspira. Todo ello regado por la inolvidable banda sonora de Nelson Riddle y los sutiles toques de humor de un divertido James Caan empuñando un pistolón al estilo Mad Max.