La inevitable secuela de Rocky no se hizo esperar y Stallone volvió a enfundarse en la piel del famoso boxeador para rodar una segunda parte que está casi al mismo nivel que la primera. Después del duro combate con Apollo, Rocky se dedica a vivir la vida y a disfrutar de la fama y el dinero que consiguió con la pelea. Se compra una casa más grande, un deportivo, ropa cara, etcétera, pero Apollo no tardará en volver a retarle a un nuevo combate en el que promete destrozarle ahora que ya ha aprendido la lección de no menospreciar a sus rivales. Rocky acepta el desafío cuando se da cuenta de que fuera del boxeo no es nada y los problemas económicos empiezan a acuciarle.

La calidad de esta segunda parte es bastante buena. Stallone se esforzó en superar el listón de la primera y casi lo consigue, de hecho, si se hubiese estrenado ésta en primer lugar, seguro que habría recibido otro porrón de nominaciones y quién sabe si también el Oscar de mejor película del año. Esta secuela es más dramática y en líneas generales aúna calidad con comercialidad, además sigue siendo muy entretenida.