Después del revuelo que causó su estreno con las protestas y ataques informáticos del país asiático a la productora Sony, al final la cosa no fue para tanto. Se trata de una comedia gamberra y estúpida que parodia al tremebundo líder norcoreano Kim Jong-un y su régimen de terror en Corea del Norte. Los caprichos del orondo caudillo comunista y su autoritaria manera de gobernar el país son ridiculizados por un par de periodistas estadounidenses que acuden allí para entrevistarle por la admiración que Kim siente por uno de ellos. La CIA no desaprovechará la ocasión para encomendar a los reporteros el asesinato del dictador.

La historia promete porque, ciertamente si no es por sus terribles crímenes, la figura de Kim Jong-un resulta ridícula e invita a la mofa. Sin embargo los guionistas en lugar de currárselo con diálogos ácidos e ingeniosos optan por lo más sencillo, es decir, el abuso del humor zafio y escatológico con pequeñas dosis de humor negro. Así que la película se hunde irremediablemente en la mediocridad de la mano de un histriónico James Franco que se pasa toda la función soltando paridas de lo más chorras. Una bobada.