Lamentable homenaje al cine que encumbró a Stallone al trono de la acción durante los añorados ochenta. Para ello asume las funciones de director-guionista-protagonista y se rodea de viejos compañeros de fatigas y algunas caras nuevas. El resultado es un chasco rotundo.

Lo que menos me convenció fue la pobre historia que cuenta la película. Un grupo de veteranos mercenarios deberá enfrentarse a un sangriento dictador sudamericano apoyado por un poderoso hombre de negocios con importantes inversiones en el país que maneja a su antojo en la sombra. Tampoco las escenas de acción, que se suponen son el aliciente principal, valen gran cosa. Están rodadas torpemente y no se aprecian nada.

De todas las caras conocidas del reparto, me quedo con Dolph Lundgren que es el único que me hizo algo de gracia, el resto están bastante sosos. Mickey Rourke se marca un diálogo supuestamente profundo delante de la cámara para que podamos ver lo muy estropeado que está. Jet Li a penas tiene protagonismo, si exceptuamos que se convierte en el blanco de todos los chistes del grupo por su escasa estatura. Eric Roberts cumple sin más interpretando a un malvado hombre de negocios sin escrúpulos. Statham hace lo de siempre, poner cara de garrulo y apalizar a todo dios, mientras que Sly, con un rostro desfigurado por las múltiples operaciones de cirugía estética, es el jefe del comando que interpreta con su habitual inexpresividad. Los cameos de Schwarzenegger y Willis son meramente testimoniales.

En definitiva, al lado de Los mercenarios cualquier película de acción de Stallone del pasado es una obra maestra.