Ameno film de acción ambientado en el submundo de las carreras de coches tuneados. Espectaculares escenas de acción para el lucimiento de los especialistas de Hollywood. Una potente banda sonora, atronadores efectos de sonido, tías buenas, tipos duros, carreras ilegales a toda pastilla, un explosivo cóctel rodado con nervio por el eficaz Rob Cohen que volvió a repetir con Diesel al año siguiente con la atractiva XXX. Todo un exitazo de taquilla, sobre todo en USA, que dió lugar a tres secuelas más.

La película se hace eco de toda una subcultura que existe hoy en día en cualquier país occidental en torno al coche. Gente que gasta millonadas en tunearlo hasta conseguir que parezca un bólido deportivo. Un ambiente bastante cutre y gañán pero que en la película está contado con más gusto y estilo.

El argumento es lo que más flojea. Un policía encubierto tiene la misión de infiltrarse en una organización que realiza carreras ilegales de coches y está relacionada con unos robos y asaltos a camiones. Por supuesto el protagonista se enamora de la hermana del jefe y tendrá que elegir entre el amor o cumplir con su obligación de policía. Un argumento que me recuerda mucho al de Le llaman Bodhi sólo que sustituyendo las tablas de surf por los coches.