Un sorprendente Roy Scheider encarna a un director de cine y teatro en una historia autobiográfica sobre la vida del propio director de la película Bob Fosse. Un apasionado de su profesión, que lo da todo en el escenario pero cuyos excesos con las drogas y el sexo acaban pasándole factura.

Pocas películas retratan con tanta exactitud y lucidez un mundo tan turbulento, duro y triste como el del espectáculo, en el que siempre hay que estar dispuesto a pagar un precio muy caro para poder triunfar. En este sentido el protagonista relata de forma amena y con mucho sarcasmo el ambiente entre bastidores en el que ha vivido toda su vida y las consecuencias que padece, no solo los problemas de salud, sino también la falta de afecto verdadero en una historia marcada por la lujuria y el exceso.

Resulta interesante comprobar algo que ya se sabía de siempre pero parece que nadie conocía hasta hoy, como es el uso del sexo para satisfacer las ambiciones personales. Las feministas del Me Too deberían ver cómo ha funcionado siempre este mundo en el que muchas veces eran las propias aspirantes a actriz las que se ofrecían sexualmente a productores y directores con tal de conseguir un papel. Yo no digo que no se hayan producido abusos por parte de dichos productores, que desde su cómoda posición de poder pueden tener a cualquiera a sus pies, hombres incluidos, pero que las cosas no son tan simples como nos quieren hacer creer de eso estoy seguro, porque hay muchos que siempre estarán dispuestos a hacer lo que sea con tal de triunfar. Claro que esto no es políticamente correcto decirlo.

En suma, una película recomendable no tanto por sus números musicales, que también los tiene buenos, sino por su carácter pedagógico sobre cómo funciona el mundo del espectáculo. Chicas guapas, buenas interpretaciones y una historia interesante que merece la pena.