Si hubo una película que supo captar muy bien el ambiente que se vivía en Wall Street en los ochenta fue Armas de mujer. Y lo hacía desde una perspectiva más original, es decir desde el punto de vista femenino, todo ello englobado en una divertida comedia de enredo protagonizada por un reparto de lujo. Cuenta la historia de una atractiva y ambiciosa secretaria que cansada de su rutinario trabajo decide ascender graduándose en la escuela nocturna. Un buen día descubre las posibilidades de negocio de una empresa y se lo comenta a su jefa que no parece darle importancia. Sin embargo, ésta decide llevar a cabo la operación sin comentárselo. Cuando esquiando de vacaciones se rompe la pierna, su secretaria la suplantará para poner en práctica su plan.

La película muestra cómo las mujeres son tan despiadadas como sus colegas masculinos en el mundo de los negocios. Si las feministas esperaban encontrarse con una historia de cooperación entre mujeres que se ayudan mutuamente en un mundo machista y sin principios se llevaron el chasco de sus vidas. Weaver, que en un principio parece una jefa de lo más enrollada, pronto se descubre como una mujer sin escrúpulos dispuesta a todo para mantenerse en la cima. Griffith a su vez se da cuenta de que en el mundo de las finanzas de Wall Street las apariencias lo son todo para entrar en los círculos de poder y decide suplantar a su jefa para desarrollar con éxito su idea.