Diez años después de la primera se estrenó esta lujosa secuela para la que su productor no escatimó esfuerzos. Contrató a los prestigiosos guionistas David Mamet y Steven Zaillian y al galardonado director Ridley Scott. La trama continúa siete años después de como terminó El silencio de los corderos. Hannibal Lecter se esconde en su amada Florencia trabajando como responsable de una biblioteca. El FBI le sigue la pista entre los criminales más buscados. Un multimillonario americano, al que Lecter desfiguró y dejó paralítico, prepara una cruel venganza contra él y ofrece una recompensa a quién pueda proporcionar información sobre su paradero. Un inspector italiano descubre el escondite de Lecter. Starling será la encargada de llevar a cabo la investigación por parte del FBI.

Hannibal supone la segunda adaptación de la novela homónima de Thomas Harris. La película era inferior en calidad a su predecesora sin embargo, esto no significa que sea mala. Es demasiado truculenta, sobre todo en la famosa escena final. Hay secuencias que rayan el gore y están repletas de sadismo, como por ejemplo la horrible venganza que el multimillonario inválido, encarnado por un irreconocible Gary Oldman, prepara contra el psicópata. O la escena en la que Hannibal se enfrenta con el inspector italiano.

Anthony Hopkins vuelve a interpetar al psicópata caníbal, como no podía ser de otra manera, mientras que esta vez sería la versátil Julianne Moore la encarga de darle la réplica interpretando a Clarice Starling. Su trabajo es notable y hace que no echemos en falta a Jodie Foster. Aunque el personaje de Starling es más frío y unidimensional que el de la primera parte. Ray Liotta interpreta al engreído hombre del departamento de justicia de Estados Unidos.

La película es muy violenta y desagradable. La secuencia del final fue polémica por ser demasiado explícita y la verdad es que es bastante repulsiva.