Shadow in the Cloud reúne ella solita todo lo bueno y lo no tan bueno en sus escasos 83 minutos de duración. Los motivos de tan contundente introducción los podríamos situar en básicamente dos. Primero, y en el lado más positivo de la balanza, la vistosidad de unas imágenes que harán que nos quedemos con la boca abierta. Segundo, y en el otro lado, lo absurdo de unas situaciones que restan méritos a una apuesta arriesgada, de esas que tanto nos gustan. A caballo entre el cine de acción, el thriller y el terror, nos explica una historia ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, concretamente en Nueva Zelanda.

La piloto Garrett se introduce en el último momento en un B-17 con la excusa de llevar consigo unos importantes documentos secretos, provocando cierto rechazo en la tripulación. Pronto se dará cuenta que hay otros pasajeros.

A simple vista parece algo bastante atractivo, ya que su introducción puede llevarnos a la idea de un conflicto entre una tripulación totalmente masculina, con frases que pronunciadas hoy en día acabarían en los tribunales, enfrentada a una mujer que pone todo de su parte para defender sus intereses. Lo que podría haber sido un interesante duelo de géneros, se diluye en un enfrentamiento totalmente verbal, lo que hace que perdamos cierto interés, aparte de dificultar su seguimiento.

Roseanne Liang acepta el reto de dirigir un film cuyo reto principal es situar a una mujer en el centro de la historia, en una época y en una situación bélica, en la cual la presencia femenina era básicamente secundaria. En este aspecto le sale todo bastante redondo, a pesar de intentar hacernos colar alguna que otra escena muy difícil de creer. Si la cosa se hubiera movido por aquí, nada que objetar, pero su intento de introducir el terror a base de unas criaturas bastante feas y repugnantes, aunque más inofensivas que Mickey Mouse, carece de toda lógica. Como todo buen thriller utiliza una vuelta de tuerca que nos deja muy fríos. Es como sacar un kilo de bacalao cuando ya está todo el pescado vendido.

Uno de sus puntos fuertes es la parte técnica, destacando en ese sentido la fotografía a cargo de Kit Fraser, el cual se tiene que mover en espacios tan reducidos como puede ser un avión de carga, para pasar al final de la cinta, a unos exteriores de ensueño, totalmente idóneos para disfrutar de unas felices vacaciones.

La parte interpretativa enseguida la tenemos resuelta. Chloë Grace Moretz (Carrie, Suspiria) encabeza el reparto, cargando sobre sus espaldas todo el peso de film. Su trabajo es correcto aunque cuesta hacerse a la idea de lo que quiere dar a entender. Es como si se quedara a medio camino. En papeles muy secundarios tenemos a Nick Robinson (Jurassic World), Beulah Koale y Taylor John Smith.

Estamos ante una película que a pesar de hacernos pasar un buen rato, no consigue convencernos del todo. Eso sí, si eres de los que disfrutas con el cine de aventuras y bélico, puede que encuentres algún aliciente que nosotros no hemos sabido hallar.

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