La película ganadora del Oscar en el 2015 presenta a una estrella en decadencia y una larga serie de comentarios sobre el cine actual. Dirigida por Alejandro González Iñárritu y protagonizada por Michael Keaton. Coescrita por Armando Bo Jr. y Nicolás Giacobone.

Por Nicolás Bianchi

En 2014 las películas de superhéroes viven su primer auge, atraen la atención de un público masivo y el dinero de los productores. Esta tendencia, que hoy en día parece en decadencia, no es más que otras de las modas de Hollywood, como el western, el cine de romanos (péplum) o el cine de acción de los 90. En algún momento la marea cambia y tanto los espectadores como las inversiones se van para otro lado. De hecho, quizás el éxito de Barbie (2023) marque el comienzo de otra etapa. Es temprano para saberlo.

En cualquier caso, Birdman es una película atada a un momento específico y, menos de una década después de su estreno, varios de sus puntos de vista que pretenden ser ácidos lucen algo ridículos. Esto no quiere decir que las películas de superhéroes no sean criticables. Los son y mucho, ya que varias son de regulares para abajo. El problema es que Birdman las critica desde una superioridad artística bastante cuestionable.

En concreto, Birdman es una película sobre un actor, Riggan (Keaton), que atraviesa una crisis personal y artística. Su carrera está en declive porque el momento en el que interpretaba a un superhéroe ya pasó. A su vez, todo esto tiene un sentido meta porque Keaton interpretó a Batman en los 90. Y lo hizo nuevamente en 2023 en The Flash, poniendo en cuestión lo que se plantea, con apuro, en Birdman.

En cualquier caso, Riggan es la figura central de una obra de teatro que se está por estrenar en Broadway. Uno de los problemas principales del productor Jake (Zach Galifianakis) es que el actor secundario masculino no es muy convincente, por lo que último momento contratan a Mike (Edward Norton), un actor que cumple con el prototipo de artista egocéntrico, egoísta, irrespetuoso y desagradable. El elenco lo completan las actrices Laura (Andrea Riseborough) y Lesley (Naomi Watts).

En particular, Mike es un personaje habitual en la filmografía de González Iñárritu, plagada de figuras que son la peor versión posible de un ser humano. En este caso, el personaje se mueve entre su desprecio por todo el mundo y un affair con Sam (Emma Stone), hija de Riggan y asistente de producción de la obra en cuestión. Sam tiene un trasfondo de adicciones porque nadie aquí puede ser ni un poco feliz.

En definitiva, Birdman por momentos parece un borracho resentido que en un bar empieza a criticar a todo el mundo. Algo de eso está explícito en la película cuando, antes del estreno, Riggan con varios tragos encima se cruza en un pub con la crítica Tabitha (Lindsay Duncan). En este caso, la película opina sobre la función de los críticos con el mismo desprecio que tiene por todo.

Birdman está lejos de ser un desastre. La dinámica que se genera en el teatro entre todos los personajes es interesante y tensa. Gran parte de la historia está contado con un falso plano secuencia larguísimo que le añade ritmo y, por momentos, logra hacer visualmente atractiva a una historia protagonizada por personajes miserables. Al mismo tiempo, la película, está cooptada por un aire de superioridad y pedantería que es difícil de soportar.

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