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Voto de Federico_Casado:
1
Comedia El Almirante Haffaz Aladeen (Baron Cohen), un dictador antioccidental, arriesga su vida con tal de evitar el establecimiento de la democracia en Wadiya, un país norteafricano con recursos petrolíferos. Su más fiel consejero es su tío Tamir (Ben Kingsley), Jefe de la Policía Secreta, Jefe de Seguridad y Proveedor de Mujeres. Por desgracia para Aladeen y sus consejeros, Occidente ha empezado a inmiscuirse en los asuntos de Wadiya, país ... [+]
16 de julio de 2012
29 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Sacha Baron Cohen es un provocador nato no vamos a descubrirlo ahora: para él, cualquier medio posible justifica el fin, esto es, que la gente se remueva en su asiento sea por el motivo que sea. Asco, repulsa, indignación, diversión o un ataque de almorranas, todo vale. El caso es que se muevan, e inexplicablemente lo consigue. Sus personajes, siempre en el extremo, desde el rapero de barrio Ali G, hasta el reportero gay Brüno o el periodista de Kazajistán Borat, obsesionado con Pamela Anderson y el modo de vida americano. Como colofón, y en plena efervescencia de las revueltas del mundo islámico, este cómico ha intentado aprovechar el tirón de éstas polémica para crear un producto a la medida de los actuales dictadores.

Por mucho que el esperpento -en palabras del propio protagonista- intentara de alguna forma homenajear a Charles Chaplin en "El gran dictador", no se acerca ni de lejos a ninguna de esas claves. Ni en inteligencia, ni en sarcasmo, ni en ironía o en humor. En nada. Aquí todo está hecho de manera grosera, a brochazos. Quizás en otros ámbitos eso podría funcionar y lo hiriente de la sátira resultara divertido, pero cuando hablamos de la vida y de la muerte, de la tortura o el asesinato, de tener a un pueblo oprimido... los chistes hay que hacerlos con mucha mayor sutileza, porque si no, no solamente no funcionan, sino que no tienen ni puñetera gracia.

El dictador de un país árabe vive como Dios. Hace lo que le da la gana, tiene explotado a su pueblo, y manda al cadalso a quien le tose, opina distinto a él, o simplemente le rectifica en una conversación -literalmente-. Paga con regalos millonarios a estrellas de Hollywood para acostarse con ellas, y sueña con ir a las Naciones Unidas no para acatar sus muchas peticiones para el cese del abuso de derechos humanos en su país, sino para demostrar que él tiene razón y que los demás están equivocados. El caso es que su vida da un giro radical cuando se ve en Nueva York, desposeído de todo su poder, y sustituido por un doble mientras que su hombre de confianza ha firmado con potencias extranjeras para esquilmar los recursos naturales del país y de camino convertirse en multimillonario en la sombra del poder.

El tono documental que hasta ahora tenían las películas dirigidas por Larry Charles y Baron Cohen, ahora ya no existe, y no existe una continuidad ni narrativa ni dramática en la historia: sólo son chistes mal contados, que no encajan, y como digo antes, sin ninguna gracia -personalmente, no me divierte que manden a cortarle la cabeza a alguien mientras que le están sonriendo. Volviendo a Chaplin, ni siquiera aparecía eso en "El Gran dictador", obra magna y profunda contra el absolutismo, de lirismo incomparable y sin pedantería alguna, cosa que si empapa el discursito final en las Naciones Unidas en este pastiche bastante insoportable-.
Federico_Casado
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