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España España · Barcelona
Voto de Lluís:
9
Drama Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
9 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1950 Akira Kurosawa conquista Venecia con Rashomon, una muestra de su maestría plasmando una única verdad, la de la subjetividad subyacente en el narrador de un relato. Como consecuencia de ello creció el interés por el cine nipón, lo que se tradujo en la posterior internacionalización de éste. Cuatro años después estrena Los siete samuráis (1954), un jidaigeki (cine de época por lo general protagonizado por samuráis) que no sólo revolucionó la manera de filmar la acción (uso de tres cámaras o el ralentí como atenuante del dramatismo del combate) sino que inspiró a numerosos directores occidentales como Francis Ford Coppola, Steven Spielberg o al romano Sergio Leone, el cual plagió el argumento (y algunos planos) de Yojimbo (1961) para inaugurar su trilogía del dólar (y el subgénero del spaghetti western) con Un puñado de dólares.

Entremedio, en 1952 tenemos Vivir, algo muy alejado de un mundo regido por el feudalismo y el bushido (código de honor samurái). Se trata de un gendaigeki, es decir, una película que busca profundizar en los males de la sociedad japonesa del momento, lo que a día de hoy podríamos llamar drama social. Vivir evidencia un seguido de dolencias del sistema, la anulación del individuo en el puesto de trabajo, el ensimismamiento en el dinero, el estancamiento de la burocracia, las diferencias y la moral que afectan al relevo intergeneracional. Y no estamos hablando de una película de Yasujiro Ozu, Kurosawa trata estos temas, pero al contrario que su compatriota, no hace reposar la cámara sino que se vale del virtuosismo y de la esteticidad plástica para hablarnos con imágenes.

Dividida en dos partes muy diferenciadas, el relato se inicia mostrando la cotidianidad tediosa del protagonista, un hombre mayor al cual poco le falta para jubilarse. No se inmiscuye en su trabajo, no le pone ningún tipo de interés. Sus colegas de profesión (casi todos) tampoco están motivados, el sistema burocrático es fallido, los ciudadanos se ven desamparados ante el complejo entresijo interdepartamental. En cuanto es diagnosticado de cáncer, su (muerte en) vida cambia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lluís
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