No negaré que la serie posea el don de despertar curiosidad en el espectador, quizá debido a la alta carga morbosa y de pseudo-tabloide que posee. No negaré que algunas interpretaciones están notables. Pero con lo que no me casaré es con la premisa ladina y rastrera que se esconde detrás de una historia difícil de digerir, tanto por lo mostrado como por la falta de escrúpulos de una Netflix a la que parece valerle todo hoy en día. Abordar la temática de un suicidio juvenil desde la perspectiva propuesta me parece hasta peligroso para según qué públicos; convertir a una Hannah inmadura y psicológicamente inestable en una heroína moderna a través de una verborrea fácil escupida en cintas de audio es, cuanto menos, una temeridad.

Por otro lado, focalizar el protagonismo en un Clay que se va encontrando ¿culpable? a medida que avanza la, por otro lado, lenta y densa narración, es otro error. Nunca se revela como un digno protagonista, a la vez que se nos recuerda que es el portador de los secretos de la suicida, de las culpas repartidas, y el único al que tal vez le importe enmendar lo que no es posible enmendar. El chico es otro de los tópicos a los que se recurre, el solitario pero profundo chico raro que no va en coche, sino en bicicleta, quizá para resaltar su aún visible niñez. Él está afectado por su enamoramiento hacia Hannah, un enamoramiento no revelado. Es él el que emprende esa cruzada de enmienda, de justicia, de arreglo. Caer en contar más su historia que la de Hannah es un fallo de cara a la narración (siempre a mi juicio).

Hannah, la suicida. Otro tópico de cara a la galería. Una chica que muestra sus incoherencias desde el principio. Lo mismo que le recrimina a Clay que coma chocolatinas que igual que justifica sus visitas a la tienda para comprar ¡chocolatinas! en un capítulo posterior. Una chica con poso, que escribe poesía, ¿cómo no? Pero una chica que únicamente busca la aprobación general, una aceptación por la alta burguesía del pasillo del instituto, una chica a la que no se sabe qué decir sin que todo le siente mal. No, no es una heroína. Es una inestable emocional y que demuestra una conciencia algo psicópata al narrar 13 cintas antes de hacer lo que hace para culpar a todo el mundo de algo que ella SOLA hace.

El grupito. De vergüenza ajena. Un poco anuncio de Benetton, un poco de la pandilla típica de comedia adolescente. No salvo a ninguno. Niños ricos en un instituto de ricos dentro de un pueblo de ricos con problemas de niños ricos. Sin más que decir.

La moraleja. No la hay. Sólo que a Netflix se le está yendo la pinza con esto de vender, y que ese formato de 13 episodios de una hora tendría que ser revisado, porque el 70% del contenido corre el riesgo de ser puro relleno. Le pongo un 2 que creo que es más que merecido.