Hay personas que, en su opinión, las películas deberían contar historias totalmente personales, historias protagonizadas por personajes introspectivos y sufridores que evolucionan a lo largo del metraje. Pero hay otro tipo de cine tan válido como ese: aquel destinado al mero entretenimiento, siempre que sea digno y Speed Racer se incluye en esta categoría.

No nos engañemos, la historia es sencilla hasta límites estratosféricos y el guión es tan simple como el funcionamiento de un lápiz. Además, los personajes son tan planos como un folio y los actores están simplemente correctos, incluso el niño, tan pesado que en algunos momentos lo matarías. Lo más divertido es que pese a todo aún hay gente que se esfuerza en ver un trasfondo filosófico y psicológico igual o mayor al de la trilogía Matrix.

Donde realmente destaca la nueva película de los hermanisimos es en la estética, los efectos especiales y la narración. Speed Racer es, gracias a los efectos especiales, un mundo totalmente nuevo, con una estética colorista y barroca que puede llegar a provocarte un ataque epiléptico (ríete tu de pikachu), pero que si logras sobrevivir no puedes hacer más que admirar la creatividad invertida en cada plano. Así como una narración donde las diferentes escenas se superponen unas encima de otras literalmente, mientras los flashbacks se funden con un presente que parece no existir ante la llegada de un acelerado futuro.

Otro de los defectos de la película es que se dirige al público familiar y arrastra con ella las pocas virtudes y muchos defectos propios del género, pero es algo que se perdona gracias a las emocionantes carreras de cuadrigas pop que aceleran, chocan, saltan, luchan y se adelantan en larguísimas pistas de loops imposibles.

En fin, que si buscas algo maduro y profundo pasa por completo de Speed racer, hay cosas más interesantes, pero si lo que quieres es desconectar el cerebro durante un rato y pasarlo bien esta es tu película.