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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Un pequeño pueblo rural es el paraíso de una niña de ciudad y la jaula de una adolescente local. Dos historias paralelas que transcurren entre secaderos de tabaco durante un verano teñido de realismo mágico. (FILMAFFINITY)
8 de junio de 2023
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante todo, Rocío Mesa demuestra ser una cineasta de una inteligencia superdotada en “Secaderos”. Con escasos medios y una trama minimalista, la andaluza logra conjuntar dos aspectos profundamente complejos de una manera aparentemente sencilla: hacer colisionar dos vidas divergentes en un mismo espacio y mezclar realidad y fantasía en torno a una nota de realismo mágico muy acertada. Ambos logros parecen sencillos pero no lo son en absoluto. Por eso con Rocío Mesa es obvio que hay cineasta para rato. Y la última buena noticia radica en la ya consolidada visión de nuestro cine a lo rural, dejando al fin al margen Madrizzzzzzzzzz (“As bestas”, “Suro”, “Alcarrás”, “El agua”…).

Además, para los que procedemos de familias andaluzas que hunden sus raíces en el mundo rural de la Vega granadina, todo adquiere un tono documental en el que nos reconocemos fácilmente y que Rocío Mesa, de nuevo con enorme inteligencia, ha respetado hasta en el último de sus detalles: desde la melancolía autárquica de sus calles, a la compleja decoración de las casas de pueblo, pasando por la caja de tesoros que esconde viejos recuerdos de la infancia materna, unos abuelos anclados en otros valores y una juventud sin horizontes ni futuro que trata de escapar como puede de una jaula de cristal asfixiante, mientras que la especulación urbanística y un progreso muy mal entendido amenazan con acabar con estas vidas auténticas para convertirlas en otras clonadas y plastificadas. Todo ello está magníficamente contado en “Secaderos” y de ahí el enorme resultado que muestra.

Rocío Mesa, también guionista de la cinta, tira de recuerdos propios y ajenos para contarnos la historia de dos chicas divergentes de edades distintas que coinciden en un mismo pueblo (que podría ser Valderrubio, Fuentevaqueros o cualquier otro similar de nuestra Vega): para Vera (una niña madrileña que pasa los veranos con sus abuelos), el pueblo es el paraíso reencontrado que le ofrece todo lo que la gran ciudad le roba; para Nieves, hija de un matrimonio que vive del cultivo de tabaco alrededor del secadero familiar, es una jaula de la que hay que escapar antes de que le engulla toda la personalidad y la convierta en una vecina más de ese pueblo donde todas las historias vitales vienen ya escritas desde la cuna (soberbia la metáfora de los pájaros enjaulados).

Ambas representan las dos caras de un mismo pueblo. Ambas reales. Pero la niña, en su inocencia pura, ve a un ser fantástico, enorme, que está compuesto de hojas de tabaco y que anda por los secaderos y al que quiere conocer a pesar de su monstruosidad (aquí la sombra de “El espíritu de la colmena” de Víctor Erice es maravillosamente alargada). Sin duda, en la interpretación de la niña Vera Centenera está la clave de bóveda de la cinta, perfectamente secundada por la adolescente asfixiada por una sociedad demasiado pequeña para sus sueños que soberbiamente interpreta Ada Mar Lupiáñez Huertas. Ambas son la película porque sobre ellas deja Rocío Mesa recaer todo el peso de la doble historia que se va desarrollando ante el espectador de forma paralela y casi nunca convergente.

El estilo visual de Mesa es simple pero apabullante, sencillo pero bello, a través de planos fijos que respiran y otros que buscan asomar al espectador a la vida interior de sus dos protagonistas antagónicas, gracias a una acertadísima dirección de fotografía, profundamente rural y apegada a los colores y texturas la Vega granadina, de Alana Mejía González. Todo ello funcionalmente arropado por la música de Paloma Peñarrubia.

Incluso la cineasta se permite determinadas escenas lisérgicas en las que el cine experimental se cuela sin rechinar lo más mínimo en mitad de una narración lineal y convencional y es aceptado por el público sin problemas y con aplauso final tras la proyección, a pesar de la distinta textura que presenta respecto a la que preside la propuesta.
Sergio Berbel
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