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Voto de Sergio Berbel:
9
Comedia. Romance. Fantástico Casada con un marido rico que la minusvalora, Alice lleva una vida vacía y cómoda que transcurre entre boutiques exclusivas, masajistas y cotilleos de peluquería. Le gustaría dedicarse a escribir y conocer mejor a un hombre con el que ha coincidido en la guardería de sus hijos, pero su educación conservadora se lo impide. Un brujo de Chinatown le facilitará el camino con una serie de hierbas mágicas de sorprendentes efectos. (FILMAFFINITY) [+]
1 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre dos obras maestras inconmensurables como “Delitos y faltas” (1989) y “Maridos y mujeres” (1992), el genio neoyorquino nos legó una de esas obras menores adorables que él sabe facturar como nadie y que cumple 30 años, “Alice”.

Melodrama interpretado magistralmente por Mia Farrow y diseñado expresamente para ella, Alice es la esposa aburrida de un rico habitante de Nueva York. Esposa ejemplar, católica de libro, fiel por definición, madre perfecta, de pronto se siente peligrosamente atraída por un hombre y su temor es tan mayúsculo ante una situación tan novedosa, que acude a la consulta del estrambótico Doctor Yang, con consulta en el corazón de Chinatown, el cual le va recetando diferentes hierbas para lograr que se conozca a sí misma y reconozca el tipo de personas de las que realmente está rodeada, incluida una que le otorga invisibilidad durante unas horas y que da lugar a algunas escenas hilarantes.

Película menor de Allen (cualquier obra menor de Woody es infinitamente superior a una mayor de buena parte de los cineastas del planeta), comienza intentando aparentar ser comedia para ir evolucionando hacia un drama psicológico de gran profundidad, donde a través de situaciones cada vez menos livianas, se nos permite analizar a la protagonista y, a través de ella, ver el desencanto de los seres humanos que habitan este mundo cuando constatan que el amor se acaba, los hijos empiezan a no llenar, la vida resulta ser un fraude, la familia era ese espejismo que nosotros mismos nos creamos y los sentimientos nos atemorizan y al final nos la juegan.

Allen coloca ante nuestros ojos un espejo fidedigno para que descubramos el vacío que puebla cada rincón de nuestra existencia a través de la mirada frágil de Alice, cada vez más desamparada, confundida y desnortada, sin referencias ni objetivos claros, tratando de reinventarse como muy bien muestra el dios Woody Allen en su escena final, toda una moraleja necesaria para no tirarse del puente de Brooklyn.
Sergio Berbel
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